Julia Krzysztalowicz
La película También la Lluvia dirigida por Icíar Bollaín, aborda una gran complejidad de temas en relación al colonialismo tanto como el neo-colonialismo. Es particularmente fascinante como la estructura de la película tiene varias capas que hasta el argumento mismo se trata de un argumento dentro del otro. En la película misma, los protagonistas son directores de una película aspirante sobre la llegada de Colón y el encuentro con los taínos. Los directores quieren demostrar las verdades del colonialismo sin darse cuenta que ellos mismos tienen unos sesgos ignorantes. Por ejemplo, los directores se dan cuenta que el lugar de donde sacan los actores que jugarán el papel de los “taínos” es Cochabamba, Bolivia. La gente que vive allá es mayormente gente indígena que habla Quechua. Adicionalmente, lo más clave es que los directores al principio sienten que no les debería afectar ni importar la crisis de la privatización del agua en Bolivia (por una empresa transnacional estadounidense) que estaba pasando al mismo tiempo que los directores en la película estaban grabando su película dentro de la película. De hecho, les molesta que algunos, como su actor protagonista Daniel, vayan a manifestaciones contra la privatización. Sin embargo, a lo largo de la película vemos como los directores, esforzados de estar metidos en el medio de un ambiente político pero más que nada una lucha de sobrevivencia, empiezan a entender la importancia de las protestas. Entienden los paralelos entre el colonialismo y el colonialismo de la empresa privada estadounidense. Entienden que las dos luchas son por los derechos humanos más básicos. Es aquí cuando la película toma acción y adquiere un significado muy meta. Los directores europeos (no todos) en cierto sentido adoptan el papel de Bartolomé de las Casas y van defendiendo los derechos de la gente de Cochabamba. Al final en un momento muy clave con mucho conflicto, deciden dejar de grabar la película y utilizar sus privilegios y recursos para encontrar a la hija de Daniel, que fue secuestrada y la reúne con su familia. Se muestran escenas de las protestas y batallas pero un efecto que quizás más captura le estructura de sentimiento es que al final se repite la palabra “Yaku”, la palabra Quechua para decir “agua” en castellano. Es una decisión fuerte de reclamar el recurso más fundamental, yaku, con una palabra de un idioma que, como el agua misma, ha estado allá por más tiempo que cualquiera empresa y cualquier imperio del norte global. Alfredo Martínez-Expósito lo resume perfectamente cuando dice “Even the Rain and Sebastián’s film-within-a-film are the kind of prestige coproductions which paradoxically seek to counter North American hegemony whilst simultaneously courting its approval” (Martínez-Expósito, 8)