La mujer sin cabeza es un drama dirigido por Lucrecia Martel. La película sigue a Verónica, una mujer de clase alta, que accidentalmente atropella a alguien con su auto mientras conduce distraída por la carretera. Después del accidente, se vuelve emocionalmente distante y desorientada, casi como si estuviera “sin cabeza” ella misma, moviéndose por la vida en un estado de confusión.

Desde el principio, Verónica se muestra tranquila, compuesta y distante, viviendo una vida de comodidad y rutina. Pero después del accidente, en el que posiblemente atropella a un niño, su mundo interior comienza a desmoronarse. La insensibilidad emocional de Verónica es el rasgo más destacado de su personaje. En lugar de reaccionar con shock, culpa o pánico tras el accidente, se muestra extrañamente desconectada, casi disociada de la realidad. Esta insensibilidad se manifiesta en su falta de recuerdos claros sobre el evento y su incapacidad para conectarse plenamente con sus emociones. La insensibilidad de Verónica no es solo personal, sino también social. Refleja el desapego emocional y moral de la clase privilegiada argentina frente a las luchas de los pobres y marginados. Ella vive en una burbuja de comodidad donde las verdades incómodas pueden ocultarse o negarse. La película muestra cómo su familia y su círculo social la protegen de asumir responsabilidades, simbolizando un sistema que encubre la injusticia para mantener el statu quo. La incapacidad de Verónica para recordar o reconocer plenamente el accidente refleja cómo las clases altas suelen cerrar los ojos ante los problemas sociales. Su insensibilidad emocional se convierte en una metáfora de la negación colectiva, donde la sociedad elige el olvido en lugar de la justicia.