La película Una mujer fantástica me hizo sentir mucha tristeza porque la protagonista no puede vivir su relación libre de prejuicios. Me dolió ver cómo Marina enfrenta violencia verbal, física e institucional solo por ser una mujer trans. Lo que más me molestó fue el trato de la ex esposa de su pareja, quien constantemente lanza microagresiones y comentarios transfóbicos. En especial me marcó el momento en que le dice que no puede creer que su ex esposo estuviera con alguien como Marina, como si su existencia no fuera válida.
La escena donde la secuestran y la agreden me pareció brutal. Refleja lo que Sandra Ortiz-València llama una experiencia transnacional de violencia hacia las personas trans, una violencia que atraviesa países, clases y sistemas sociales. Al mismo tiempo, Marina resiste incluso cuando todo a su alrededor la niega.
Esto también se relaciona con la idea de la “casa de la compasión” que menciona Micaela Moya. Aunque el mundo de Marina es hostil, hay momentos en los que lo fantástico aparece para sostenerla. Ella no pide permiso para existir. Habita su cuerpo, su duelo y su deseo con una fuerza que me hizo reflexionar profundamente sobre el derecho a vivir sin tener que justificar quién se es.